diciembre 07, 2008

Recuerdo de Caacupé

En el kilómetro 55, de día estaban las chiperas sexys que volvían locos a los camioneros y de noche por supuesto salía el Luisô a asustar a los atrevidos que pasábamos por ahí.
(Si no era el Luisô que salía de la cruz mayor, igual podría aparecer algún mitârerahaha que juntaba sangre fresca en la parte solitaria de la ruta para que se bañe el Rubio).
Don Bartolo, el señor del Correo creo, paseaba con su motito todas las tardes, repartiendo el ñemotimbo de su caño de escape. A estas alturas podría creer que era la única moto del pueblo ¡Cuánta diferencia con los kichicientos biciclos motorizados que pululan hoy por todos lados!
El arroyo Ytú era arroyo. Fresco porque corría entre bosques. Caudaloso y profundo como para que a las tardes nos tiráramos de punta -como corresponde- desde el viejo ingá. Y hablando de los bosquecillos, qué alcahueteros que eran. ¡Cuántas sorpresas de parejitas en sus recodos! Y cuánta escasez de traje de baño (je).
“Queridos hermanos”, repetía con su voz arrastrada monseñor Aquino y pedía 10 guaraníes de colaboración para construir la basílica (que después se aclaró que no era basílica). También pedía ladrillos y las abuelas llevaban hasta sus namichâi...
El lagorâ siempre fue lagorâ. Significa futuro, significa alguna vez. Quizás signifique nunca.Tengo 40 años y recuerdo haberlo escuchado desde que comencé la escuela. Hasta hoy no hay lago y, en contrapartida, ha desaparecido la piscina.
Y cuando llegaba diciembre, qué transformación! El pueblo se iba acelerando a medida que avanzaban los números del calendario. ¡Pucha, ya es el 2! ¡A la pinta, ya llega el 3! ¡Ufa, ya es el 4!¡Ndera, llegó el 5!... Y después ya era una locura total. Por supuesto, nadie dormía entre el 7 y el 8, porque ahí estaba la plata.
Cada diciembre, todos pensábamos en algún negocio. Nos poníamos a vender cualquier cosa (aclaro que el agua siempre fue gratis para los peregrinos, pero el baño no). O nos conchabábamos para vender santos, letreros de “la casa es chica, pero el corazón es grande” o “a Caacupé llegué, en tí pensé y este presente te compré”, pito yvy, cerrista u olimpista panzón haciendo popó, rosarios, gallinitas negras...
Los pa'i le llaman festividad, pero para nosotros siempre fue la función. Y era eso. Para los caacupeños, la religiosidad tenía su tiempo, pero no era el 8 de diciembre. Había tres alternativas. Estaba la octava, que convoca normalmente a todos los barrrios de Caacupé. Luego, venía Ñandejara Guasu (tercer domingo de enero). Y la tercera opción, la más popular, la de San Blás de Piribebuy: caminando algunas horas por Ita Guyrá, llegábamos derechito al pequeño oratorio del santo patrono.
Con seguridad, tengo otros recuerdos, pero no les quiero cansar. Estos son los retazos de Caacupé que me vienen a la mente hoy y que quiero compartir con todos.

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