diciembre 21, 2008

Pan dulce, sopa paraguaya y Olentzero

Reproducimos aquí un artículo publicado hoy en el medio español DEIA.com

HISTORIAS DE LA NAVIDAD DE UN INMIGRANTE

Bizkaia huele ya a Navidad por los cuatro costados. Pero no todos la celebraremos de la misma manera. Por eso, desde hoy, y durante este periodo, nos acercaremos a la historia de la navidad de un inmigrante de a pie.
NO importa que haya habido enfados o disputas durante el año porque el día 31 de diciembre, en cuanto el reloj marca las doce de la noche, todo lo negativo se evade y se empieza de nuevo. Prueba de ello son las estampas familiares en las que padres, abuelos, primos y hermanos se besan y abrazan efusivamente para dar la bienvenida al año que comienza. Con esta afectiva felicitación se celebra en Argentina el Año Nuevo.

Esta tradición es la que más sorpresa causó en Nilda Diarte que, nada más llegar a Bilbao, festejó la Nochevieja con uvas y campanadas. La primera diferencia fue la celebración de esa noche con doce tañidos en vez de con abrazos; la segunda, que celebró la Nochevieja y no el Año Nuevo como en Argentina porque "nosotros festejamos el año que empieza y aquí despedís el año que termina", señala Nilda.

La riqueza cultural de Nilda hace que sus Navidades tengan pinceladas de varios países. Por un lado, de su Paraguay natal donde "viví mi primera infancia", después residió en Argentina y, por último, se afincó en Bilbao. Así que sus recuerdos de pan dulce y clericó se mezclan con las campanadas de fin de año y el Olentzero.

De sus primeras navidades especial mención merecen los pesebres "con la particularidad de que no eran los pesebres que se ponen encima de un mueble". Eran nacimientos a gran escala enmarcados en un ambiente agreste. "Se hacían en el patio de la casa, en el mejor rincón, o si tenías un árbol pues ahí. Siempre estaba con pasto natural, con tierra, con ramas y las figuras eran grandes", explica Nilda. Tal era la belleza de los belenes que los vecinos "competían entre ellos". "Tenías tu casa abierta para que cualquiera viera tu pesebre. Si alguien iba de compras o pasaba por allí y quería ver tu pesebre la casa estaba abierta, decías buenos días y entrabas a verlo para orgullo de las personas que habían colaborado, sobre todo los niños para los que era un juego". Desafortunadamente, esta costumbre se fue perdiendo "por el tema de la seguridad. Ya no podías dejar tu casa abierta para que todo el mundo lo viera, entonces se empezaron a dejar muy expuestos para que no tuvieras que entrar a verlos o se llevaron al fondo de la casa sólo para la familia".

Las comilonas comienzan la noche del 24 con una cena familiar. "Era muy típico que se juntaran varias familias. Nosotros nos juntábamos varios en la casa de uno", cuenta Nilda. La agradable temperatura estival hace posible que los ágapes de estas fiestas se celebren al aire libre donde carnes y verduras llenan las mesas. De un tiempo a esta parte se come "más acorde al clima, con comidas más livianas y ensaladas frescas" pero antes, "con cuarenta grados había unas comidas con todas las calorías. Pavo, pollo al horno, todo con mucha grasa y lo dulce era sumamente calórico". Con calor o sin él, hay algunos imprescindibles en las mesas argentinas como el turrón que se degusta sin importar "cuántos grados haya".

El plato estrella es el pan dulce a base de frutos secos, nueces, almendras, uva pasa y un poco de brandy o coñac "porque lo pide la receta para cortar el sabor de la levadura". Aunque cada uno tiene su receta "supersecreta, como mi mamá que hace unos pan dulce exquisitos" y la elaboración puede variar porque "siempre hay alguien que no come frutos secos o alguna otra cosa por lo que mi mamá lo hace a gusto de cada uno".

Platos típicos de Paraguay también tienen un sitio en esta mesa. La madre de Nilda hace sopa paraguaya "que lleva harina de maíz, queso, cebolla, leche y huevo", aunque aclara que "no es sopa, es sólido, es como una torta y se corta en trozos". Para llenar el estómago se puede optar por la chipá que es "como un pan con almidón y con queso" que en estas fiestas adquiere formas navideñas "como el niño Jesús o la virgen María". El postre puede ser una ligera ensalada de frutas o un refrescante helado de los que cuando se hace "hay que hacer, al menos, diez litros porque, a veces, tienes una mesa de ocho y al final son quince pero a mi mamá le da mucho placer eso de tener que alargar la mesa", recuerda Nilda. Si a la macedonia se le añade vino resulta el clericó que "se toma como postre y para entonarte un poco, y cuando vienen tus vecinos les ofreces eso y un poco de pan dulce".

El marisco es el gran ausente en la mesa argentina "a pesar de que en Buenos Aires estamos cerca del puerto". Pero más que de un asunto de paladar se trata de cuidarse en salud porque "como hace tanto calor el tema de conseguir productos frescos es difícil y nadie quiere correr el riesgo de coger botulismo o pasar las navidades en el hospital". Los encargados de repartir los regalos son el gordinflón de Papa Noel y los tres Reyes Magos que le dan al hombre de rojo 12 días de ventaja para que descargue sus sorpresas "en la base del árbol". Los reyes, a su llegada, encuentran una recompensa en forma de pasto y agua para sus camellos "que vienen cansados del viaje" y "si sobra algo de pan dulce", también se les ofrece.

La pólvora da la bienvenida al nuevo año que comienza con los estruendos de los fuegos artificiales y las bombas o petardos. "Todos los años advierten de lo peligroso que son y los accidentes que ha habido con ellos pero yo siempre agradezco que haya alguien que haya juntado unas 'perras' y los haga en año nuevo porque salimos todos, nos guarecemos y los vemos", explica Nilda. Cuando se acercan las doce "corres a prender la tele o la radio porque nadie se fía de su reloj y en cuanto empieza el año, besos y abrazos, besos y abrazos entre todos los que estemos. Es una manera de empezar limpio el año nuevo, de dejar las rencillas del año anterior, pasamos este año y estamos todos juntos y bien".

Tiros para celebrar el fin de año

Nilda Diarte es paraguaya de nacimiento pero argentina de adopción. No queda la cosa ahí sino que se casó con un chileno. Con esa rica mezcla cultural, Nilda recuerda de sus años de infancia que la noche del 31 de diciembre, en los alrededores de la ciudad donde vivía, se estilaba "pegar tiros y tú ni te imaginabas que hubiera gente que tenía armas en la casa"; era otra manera de dar la bienvenida al año nuevo. Después de esta fiesta de color de los fuegos y el fragor de los petardos, "haces el brindis en la casa con sidra y vas a saludar a tus vecinos". Es la magia del "espíritu navideño". En Argentina nunca se sabe cuántos serán a la mesa en Navidad porque, como reconoce Nilda, "somos tradicionales de juntarnos todos pero somos muy abiertos". Y es que, "se recoge a todos. Cada año nos acomodamos a las necesidades de los cambios que hubo en la familia porque hay separaciones, hay nuevas parejas, nuevos niños…". También puede animar la fiesta algún viejo tren ya que "si vives cerca de una estación puede ser que si algún tren está detenido y es antiguo haga el tutú tan típico". >A. González

"Es muy típico juntarse varias familias la noche del 24 en casa de uno"

"Nosotros festejamos el año que empieza y ustedes despiden el que termina"

diciembre 07, 2008

Recuerdo de Caacupé

En el kilómetro 55, de día estaban las chiperas sexys que volvían locos a los camioneros y de noche por supuesto salía el Luisô a asustar a los atrevidos que pasábamos por ahí.
(Si no era el Luisô que salía de la cruz mayor, igual podría aparecer algún mitârerahaha que juntaba sangre fresca en la parte solitaria de la ruta para que se bañe el Rubio).
Don Bartolo, el señor del Correo creo, paseaba con su motito todas las tardes, repartiendo el ñemotimbo de su caño de escape. A estas alturas podría creer que era la única moto del pueblo ¡Cuánta diferencia con los kichicientos biciclos motorizados que pululan hoy por todos lados!
El arroyo Ytú era arroyo. Fresco porque corría entre bosques. Caudaloso y profundo como para que a las tardes nos tiráramos de punta -como corresponde- desde el viejo ingá. Y hablando de los bosquecillos, qué alcahueteros que eran. ¡Cuántas sorpresas de parejitas en sus recodos! Y cuánta escasez de traje de baño (je).
“Queridos hermanos”, repetía con su voz arrastrada monseñor Aquino y pedía 10 guaraníes de colaboración para construir la basílica (que después se aclaró que no era basílica). También pedía ladrillos y las abuelas llevaban hasta sus namichâi...
El lagorâ siempre fue lagorâ. Significa futuro, significa alguna vez. Quizás signifique nunca.Tengo 40 años y recuerdo haberlo escuchado desde que comencé la escuela. Hasta hoy no hay lago y, en contrapartida, ha desaparecido la piscina.
Y cuando llegaba diciembre, qué transformación! El pueblo se iba acelerando a medida que avanzaban los números del calendario. ¡Pucha, ya es el 2! ¡A la pinta, ya llega el 3! ¡Ufa, ya es el 4!¡Ndera, llegó el 5!... Y después ya era una locura total. Por supuesto, nadie dormía entre el 7 y el 8, porque ahí estaba la plata.
Cada diciembre, todos pensábamos en algún negocio. Nos poníamos a vender cualquier cosa (aclaro que el agua siempre fue gratis para los peregrinos, pero el baño no). O nos conchabábamos para vender santos, letreros de “la casa es chica, pero el corazón es grande” o “a Caacupé llegué, en tí pensé y este presente te compré”, pito yvy, cerrista u olimpista panzón haciendo popó, rosarios, gallinitas negras...
Los pa'i le llaman festividad, pero para nosotros siempre fue la función. Y era eso. Para los caacupeños, la religiosidad tenía su tiempo, pero no era el 8 de diciembre. Había tres alternativas. Estaba la octava, que convoca normalmente a todos los barrrios de Caacupé. Luego, venía Ñandejara Guasu (tercer domingo de enero). Y la tercera opción, la más popular, la de San Blás de Piribebuy: caminando algunas horas por Ita Guyrá, llegábamos derechito al pequeño oratorio del santo patrono.
Con seguridad, tengo otros recuerdos, pero no les quiero cansar. Estos son los retazos de Caacupé que me vienen a la mente hoy y que quiero compartir con todos.

Devotos en el Tupasy Ykua